12 de octubre de 2007

Os veo llegar



Os veo llegar cada día. Por el pasillo saboreo vuestra proximidad humana. Luego una trinchera de pupitres se alía con la barrera del lenguaje para impediros formular las quejas íntimas , las preguntas necesarias : son las mismas alambradas que me impiden explicaros las razones de estas líneas .

Tras vuestros rostros inescrutables - Ludmyla, Oksana , Sacha...- se me aparecen los ojos indomables de aquella madre de Gorki , los campos y las fábricas de Ucrania ahora abandonados y perdidos desde que la irracionalidad de Chernobyl y la locura de una humanidad partida en bloques de vencedores y vencidos os obligó a venir aquí donde el frío es casi de bromas y gente con sonrisas os confina en sus chalets ajardinados . ¿Qué gramática enseñaros si os grabaron con el viento los sustantivos “trabajo”, “silencio”, “obediencia”? ¿Cómo deciros que en mi lengua existen nombres tan bellos como “libertad” , “solidaridad”, “rebeldía” si sólo asomarnos a ese comprometido vocabulario os contagia el vértigo del miedo?

Veo tus noches de terror, Mohamed, repetidas por una , dos , tres veces, jugándotelo todo a un sueño, en el mismo mar en el que yo con tu edad, me bañaba confiado, sabiendo seguro - casi nada , casi todo - el plato de lentejas, la manta y el beso. En la playa te esperaba ya un léxico maldito, que te llevaste pegado igual que la arena con los adjetivos “ moro”, “ ilegal”, “sinpapeles”, pero ¿cómo te explicaría yo que en la lengua que con dificultad repites existen también epítetos como” iguales” , “ fraternos”, “ humanos”, etc.?

¿En qué piensas Fátima, cuando tus pensamientos se pierden bajo el shador y sólo vuelven para intentar repetir mis oraciones yuxtapuestas “Me llamo Fátima, soy una mujer marroquí”? ¿Cómo explicarte que en esa jerga que chamullo ante ti se pueden crear frases simples tan bellas como “Los hombres y las mujeres somos iguales” , si cuando sales de la escuela debes caminar detrás de tus propios hijos? Un glosario maldito enreda las shuras de tu Corán y las miradas de la intolerancia para atar tus cortitos pasos tras ellos.

Mi conciencia y mi didáctica se traban también formando un nudo que me distrae de la salmodia diaria de las lecciones. Intento escapar de la angustia pero me descubro cada día un poco más atrapado y cuando me sacudo el paternalismo, sólo encuentro entre mis manos un bolígrafo, un papel y las ganas de contaros que vuestra presencia me ha devuelto con patadas al centro del camino de la vida.

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